12/22/2008

la casa

Esto suena a cuento, así debe ser, porque eso es lo que es.

Hace un par de semanas que las cosas aquí en la casa no marchan bien. Desde hace un año vino a la casa a vivir uno de mis varios tíos, Abraham; el cual se suma a mi tío Fernando que siempre ha vivido en la casa. Ellos dos comparten tres cuartos junto a mi abuelita, la dueña de la mitad de la casa, la otra mitad está intestada entre mis ocho tíos. Mi mamá y el resto de nuestra familia –mi papá, mi hermano y yo- vivimos en la parte superior de la casa, son tres cuartos también. Desde que llegó mi tío Abraham, entre los dos nos han estado corriendo de la casa, se sienten los “amos y señores de la propiedad”, esta situación no nos afectaba realmente, por nosotros, ellos podrían declararse “los Dioses del universo” y el mundo seguiría girando normal, en fin. Una parte fundamental del problema se basa en que mi abuelita está enferma de la cabeza -ustedes saben, con la edad las ideas ya no te circulan como deberían hacerlo-, tiene una enfermedad que se llama esquizofrenia. Durante años, desde que mi mamá se dio cuenta que mi abuelita estaba enferma, le estuvo administrando su tratamiento, hasta que se terminó el dinero y tuvo que suspender los medicamentos, para esto mi abuelita se mantuvo estable un buen tiempo, y todos pensábamos -o por lo menos yo- que podría estar así algún tiempo más -quizá en resto de su vida-, por lo menos el suficiente para reiniciar su tratamiento y mudarnos de su casa a la que ahora será “nuestro hogar” (para mis papás, mi hermano y por supuesto, yo).
Las cosas marchaban normales hasta que un buen día a una vecina se le metió la loca idea de casarse, y la idea no era mala, de hecho fue genial saber que habría fiesta de esas en las que te puedes quedar bailando con los vecinos hasta altas horas de la madrugada, la simple idea era suficiente como para desear que la fiesta fuera en el menor tiempo posible. Sin embargo, a mi abuelita no le parecía tan buena idea que se colocara la lona y las mesas en una parte que daba justamente frente a la casa.
La fiesta era el sábado, y la lona la colocaron el viernes, para esto a mi abuelita se desbordó de la razón –eso si alguna vez la volvió a entender- y se quería lanzar contra la lona con cuchillo en mano, ante esta escena, los vecinos corrieron temiendo por su integridad física, por suerte, las cosas no pasaron a mayores y entre mi mamá y uno de mis tíos la detuvieron.
El sábado las cosas se pusieron mas feas, y me refiero a feas porque mi mamá tuvo que cerrar todas las puertas de la casa para que mi abuelita no saliera y corriera a los vecinos, tirara mesas, entre otros desmanes que había amenazado ocasionar. Recuerdo haber visto a mi abuelita de todos colores cuando se dio cuenta que no saldría en todo el día.
La fiesta, como se suponía, se festejo, fue una lastima que mi hermano y yo no pudiéramos salir.
Las cosas parecían normales, pero mi abuelita no se iba a quedar con los brazos cruzados después de que mi mamá interferió entre ella y sus berrinches, así que metió una demanda contra mi mamá. Ovbiamente la demanda no procedió, porque la demandante -mi abuelita- padece de sus facultades mentales. Sin embargo, mis tíos, Abraham y Fernando la apoyan en todo, a pesar de que saber que no tiene la razón, a ellos lo que les importa es que mi familia se valla de esta casa para que ellos sean los dueños absolutos. Aun no logro entender como es posible que la avaricia sea más fuerte que la familia, por lo menos, para ellos.
Pronto estaremos lejos de esta casa, una que se quedará guardada con todos mis recuerdos de un hogar en lo que va de mi vida. Que más me da, la vida sigue y la primera mudanza ya está llena y en marcha. Puede que la nostalgia esté llegando en este momento, pero no es de tristeza ni de alegría. De lo que sea, mi mamá también tiene los ojos cristalinos y mi hermano tiene cara de indiferencia. Adiós casita, adiós abuelita, algún día la quise, ahora sé que no la volveré a ver.

12/20/2008

Una sonrisa

No lo esperaba, él tampoco a mí. Aún así, por asares del destino nos encontramos.

Esta mañana, amor, mi último intento por encender las cenizas de nuestros vacíos volvió a fallar.

La noche se encontraba dando sus primeros pasos, y la posada ya comenzaba.
Cantos, risas, la alegría circulaba por doquier. Era una lástima que no estuvieras ahí.
El sonido comenzó a tocar con nuestra canción, una de tantas, me acordé de ti.
Entonces llegó él, con la camisa rayada y un saco perfectos a su varonil anatomía, nos miramos. Él me sonrió; una cómplice sonrisa que me llevo a este desvío. Fingí no haberlo notado, me habló y después de ese inesperado reencuentro me pidió bailar con él, accedí.
Sentí sus manos, una sobre mi mano, la otra en mi cintura, tan suave y firme a la vez, guiándome por la pista, deslizando nuestros movimientos en completa armonía, escuchando su respiración, sabiendo que no me alejaba ni me acercaba a él. El silencio de nuestras voces se rompió, hablamos del pasado; su mirada me alcanzó, descubrí una luz que jamás había visto.
De pronto la canción terminó, nos separamos, el calor de su cuerpo se escapo con la primera brisa que por ahí cruzó. Caminamos juntos hacia la mesa con los demás.
El tiempo corría con prisa, una, dos, tres canciones pasaron desapercibidas. Me encontraba distraída cuando él se acercó, me invitó a bailar otra vez, me levanté de la silla y fuí con él. Sentir su paso, su vaivén entre la nada, otra vez sus manos y su calor, me dejé envolver por su carisma, por su olor y la tímida curva que brotaba de las comisuras de sus labios. Las canciones pasaron lentas, tranquilas, imperceptibles, él hablaba, no entendí lo que dijo, de pronto, me acercó a él intentando posar sobre mi boca -si no te amara lo habría aceptado-. Salí del trance, me alejé de sus brazos y caminé hacia mi silla.
Pensé en lo que acababa de pasar, recordé el silencio de tu voz y la falta que me haces.
Me sentí sola, sola a voluntad.
Él se disculpó y se fue. Aún me sonrió.

12/12/2008

"Era una falsa prosperidad la que me hacía reir, emocionarme, gritar aveces..."
Mario Benedetti

Llenaste mi ser de un placer intenso. Urgaste con tus manos hasta llegar a mi alma. Olvidé mis pensamientos, el mañana, todo lo demás para concentrarme sólo en tí.

La calidéz de tus besos, tu semen navegando en mi espalda, mis uñas rasgandote la piel.

Detener el tiempo.
Te acerqué a mi cuerpo cuantas veces pude, necesité de tí. Tenerte ahí y en el ahora, tan guapo, tan transparente, tan apacible, tan seguro...
Te busqué más que nunca, tuve miedo de no volver a tenerte, miedo a las represalias, miedo de enfrentar el pasado, miedo a perder, miedo al miedo.
Dormí abrazada a tu cuerpo aquella noche.

Cuando desperté noté con desilución que no era tu cuerpo el que abrazaba, aquel calor que creí tuyo, aquel abrazo que me fundía a ti, aquella noche sólo había sido una ilusión. Tu estabas lejos, en tu cama, con tus propios pensamientos y yo... yo pensando en ti mientras abrazaba una almohada.